En medio de mi experiencia pastoral he visto,
escuchado e imaginado toda clase de sacerdotes, desde los más osados,
carismáticos, divertidos y abiertos, hasta los más serios, serenos, precavidos
y orantes, sin duda todos centrados en la entrega desinteresada y amor profundo
por el Cuerpo y la Sangre de Cristo.
Los sacerdotes son abundantes testimonios de vida,
por tanto la coherencia con su vocación debería ser consecuente, y la homilía
una respuesta congruente a su servicio, como realmente es si la vocación nació
del corazón. Su testimonio se ve en la pulcritud del cleriman y el alba, que
viven con dedicación. Son ellos testigos de nuestro caminar y, como Jesús en
Emaús, cuando nos desmotivamos son ellos los que nos revelan la gloria Divina
en la Eucaristía. Es la plenitud que los sacerdotes viven en Jesús lo que nos
muestra su santificación, su pasión, su abundante testimonio.
Por otro lado, nosotros no sabemos a ciencia cierta
dónde termina la humanidad de Jesús y dónde comienza su Divinidad, igualmente
el testimonio de los sacerdotes nos muestra el mismo misterio, pues, no sabemos
dónde termina el hombre, ni dónde comienza el santo, eso lo transmite su
rostro.
Finalmente, me gustaría decir que, nuestro amor
mariano crece cuando el sacerdote refleja su filial Magnificat, cuando su
entrega trasluce el fiat humilde de nuestra Madre y su presencia hace saltar
nuestro espíritu, como en Isabel. Por tal motivo, es de nosotros la
responsabilidad de orar por ellos, por las vocaciones, tanto masculinas como
femeninas, apoyarlos en la construcción de comunidad, en fin, acompañarlos en
su camino a la santidad.
A ustedes queridos sacerdotes porque tienen
abundante testimonio.
CONI.
Catequista WEB
alexgomez0108@hotmail.com
Artículo revisado por:
Lila Patricia Sarmiento Ortega
Lic. Humanidades y lengua Castellana.
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