María nos lleva a Jesús, nos comunica intensamente con Dios y se hace mediadora ante nuestras necesidades. De este modo, la mujer humilde de Nazaret, nos ayuda a pulir nuestra fe.
La abeja cumple una función muy especial y particular en la fertilización de las flores, del mismo modo lo hace María, contribuyendo a que la fe de todos madure. Transporta el amor de Dios a nuestro ser. No es ella quien madura nuestra fe, es Dios mismo; ésta mujer solo coloca nuestra fe a los pies de Jesús y permite que la obra de Dios se haga conforme a la voluntad Divina, lo hizo de este modo en las bodas de Caná de Galilea, cuando al decir “hagan lo que Él les diga”, coloca la fe de los sirvientes ante la potestad del ser supremo, transporta su fe a la providencia divina de Jesús para que maduremos en él.
Vemos a una María apostólica, una mujer que ilumina su vientre dejándose fertilizar, sin roce alguno, trayendo consigo la salvación a la tierra con un tierno “si”. Consecuentemente, es ese fruto, el que transportó María, el que salva toda la fe terrenal y nos muestra el camino a la perfección que Dios quiere de nosotros.
Por otro lado, las acciones de la Madre de Jesús, nos permiten ver a su Hijo. Incluso cuando creemos que se está desmeritando su importancia, es cuando más nos muestra su madurez apostólica. “Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte”, cita un pasaje bíblico, muchos solo ven la frase ¿y lo que sigue? Es la corrección de Jesús a los presentes, sin embargo no se cita que María haya expresado algo, ni los que la acompañaban al menos, ella solo caya aceptando las palabras del Hijo, aceptando sublimemente su condición de discípula, mediadora y evangelizadora con su actuar.
Esto es María, una gran polinizadora de la fe. El ser humano es una flor que necesita ser fecundada por el amor de Dios, permite que sea María esa abeja que te lleve a Jesús y, de esta forma, tu fe madure, crezca y se convierta en el gran fruto de su amor.
Atte.
CONI
Catequista Web
Articulo revisado por el Pbtro. Alexis Mattos
La abeja cumple una función muy especial y particular en la fertilización de las flores, del mismo modo lo hace María, contribuyendo a que la fe de todos madure. Transporta el amor de Dios a nuestro ser. No es ella quien madura nuestra fe, es Dios mismo; ésta mujer solo coloca nuestra fe a los pies de Jesús y permite que la obra de Dios se haga conforme a la voluntad Divina, lo hizo de este modo en las bodas de Caná de Galilea, cuando al decir “hagan lo que Él les diga”, coloca la fe de los sirvientes ante la potestad del ser supremo, transporta su fe a la providencia divina de Jesús para que maduremos en él.
Vemos a una María apostólica, una mujer que ilumina su vientre dejándose fertilizar, sin roce alguno, trayendo consigo la salvación a la tierra con un tierno “si”. Consecuentemente, es ese fruto, el que transportó María, el que salva toda la fe terrenal y nos muestra el camino a la perfección que Dios quiere de nosotros.
Por otro lado, las acciones de la Madre de Jesús, nos permiten ver a su Hijo. Incluso cuando creemos que se está desmeritando su importancia, es cuando más nos muestra su madurez apostólica. “Tu madre y tus hermanos están afuera y quieren verte”, cita un pasaje bíblico, muchos solo ven la frase ¿y lo que sigue? Es la corrección de Jesús a los presentes, sin embargo no se cita que María haya expresado algo, ni los que la acompañaban al menos, ella solo caya aceptando las palabras del Hijo, aceptando sublimemente su condición de discípula, mediadora y evangelizadora con su actuar.
Esto es María, una gran polinizadora de la fe. El ser humano es una flor que necesita ser fecundada por el amor de Dios, permite que sea María esa abeja que te lleve a Jesús y, de esta forma, tu fe madure, crezca y se convierta en el gran fruto de su amor.
Atte.
CONI
Catequista Web
Articulo revisado por el Pbtro. Alexis Mattos
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